NACHO VIDAL, MEJOR ACTOR DE CINE PORNO DEL MUNDO
“Si alguien me critica es porque me
envidia”
Acabo
de cumplir 30 años, nací en Mataró y he vivido
seis años en California. Vivo de actuar en películas porno, y ahora también
las dirijo. No me gusta trabajar: haciendo esto soy feliz. Estoy soltero y
sin hijos. No creo en la política: nos faltan al respeto. Rezo a menudo:
¡doy gracias a la vida por tantos regalos que me hace!
VÍCTOR–M. AMELA - 03:46 horas - 10/03/2004
-¿Es usted el mejor actor de cine porno del mundo?
–Sí.
–¿Y quién imparte ese título?
–El anterior número uno: en mi caso Rocco Siffredi,
un mito del cine porno. Me ha señalado como sucesor.
–¿Y a quién señalará usted un día?
–Es pronto todavía para saber quién será el sucesor de Nacho Vidal...
–¿Qué hay que tener para ser el rey en
esto?
–Tres cosas: una, erecciones naturales; dos, carisma; tres, personalidad.
–No entiendo lo de la personalidad y el carisma...
–Mire, si ahora entrase en esta sala Rocco Siffredi,
todos levantaríamos la vista. Es eso. Es tener “algo” especial: que se note
que pasa algo distinto cuando entras en una escena.
–¿Ese “algo” está entre las piernas?
–No. Conozco actores que no consiguen transmitir nada por mucho que tengan
lo mismo que yo entre las piernas.
–¿Por qué habla de erecciones
“naturales”?
–Mire, hoy el 95% de actores porno usa Viagra.
¡Sólo quedamos ya un 5% de la vieja escuela! Yo soy de una especie en
extinción.
–¿Y en qué se traduce eso de ser el
mejor?
–En que cuando yo doy una opinión sobre este oficio, todos callan y
escuchan. Y en que empecé cobrando 10.000 pesetas por una escena y ahora
obtengo ya los derechos de mis películas para España e Italia (viene a ser
unos 5.000 y 4.000 euros, por ejemplo).
–¿Y cuántas películas lleva hechas?
–Unas 1.500, quizá más...
–Qué barbaridad.
–Llevo nueve años en esto. Algunos días rodaba una escena en un plató y
luego iba a otro y rodaba otra escena, y luego otra y otra, cada una para
una película distinta... ¡Al acabar el día había actuado en cinco
películas!
–Buf... ¿Y qué come usted para lograrlo?
–Lo que me apetece. No sigo dietas.
–¿Con cuántas mujeres ha rodado?
–Con más de 2.500, calculo.
–Tanta rutina laboral... ¿no le aburre?
–No, porque sólo ruedo con chicas que me gustan. Y pongo todos los
sentidos: las miro a los ojos... en fin, consigo que ellas se sientan a
gusto conmigo. Y pasamos un buen rato.
–¿No le parece un trabajo degradante?
–Degradante es trabajar en lo que no te gusta, vivir esclavizado a unos
horarios y que abusen de ti y te paguen una mierda. Yo soy feliz con mi
vida, y los que nos dedicamos a esto lo hacemos porque nos da la gana.
–Pero venden ustedes su parte más íntima.
–No, no vendemos nuestros pensamientos, sentimientos, sueños... Yo no soy
lo que hago. Yo no soy un pene con patas. Yo soy Ignacio Jordá González,
con su niñez, su familia, sus amores, sus amigos...
–Pero el cine porno no es edificante.
–Dice eso quien me envidia y querría vivir la vida que yo vivo y no puede.
–O quien tiene otros criterios morales...
–¿Y que mira por la tele películas sangrientas,
violentas...? Eso es peor. ¡En cambio, yo hago feliz a mucha gente con mis
películas!
–¿A qué gente?
–¡A millones de personas en el mundo! Personas que
no pueden mantener una relación sexual por un defecto físico, una
enfermedad... ¡Recibo tantas cartas de gratitud!
–¿Se metió en esto para hacer el bien?
–No, para ser feliz. ¡No me gusta trabajar! ¡Estamos vivos para ser felices
y hacer lo que nos llene! Con esto descubrí que disfrutaba, ganaba dinero y
podía ayudar a mi madre.
–¡Rueda porno para ayudar a su madre!
–Mi padre había tenido fábricas textiles, éramos millonarios. ¡Recuerdo
tanto nuestra casa de vacaciones en Enguera (Valencia), con su río,
animales, tierras sin fin...!
–¿Y qué pasó con todo eso?
–La crisis del petróleo nos arruinó. A los 14 años preferí trabajar a
estudiar, y que mi madre no cargase con todo. También boxeé, me alisté en
la Legión...
–¡En la Legión! ¿En Melilla?
–Sí, me apunté a algo macho. Al volver, una novia prostituta me llevó a
trabajar juntos en el Bagdad, y empecé. Tenía 21 años.
–Y encontró usted su lugar en el mundo.
–No al principio, ver a la gente me cortaba. No funcionaba: ¡un desastre!
Pero un día se me levantó... y ya nunca ha vuelto a bajar.
–¿Tiene usted novia?
–Siempre he tenido novia. Y la tenía... hasta hace diez días. Ahora estoy
sin pareja.
–Lo dice como si le pesara la soltería...
–Sí, porque yo creo en el amor, tío: necesito despertarme al lado de mi
chica, darle un beso, mimarla, cenar juntos, compartir...
–Pero... ¿entendían sus novias su trabajo?
–A veces ellas se dedicaban a esto también: hay que saber separar cada
cosa. Pero ahora he cumplido 30 años y he recapacitado: me he jurado no
volver a tener pareja.
–¿No? ¿Por qué?
–Ahora veo claro que soy un perro infiel y ya no quiero arruinar más vidas
de chicas.
–Pero, ¿y el amor? ¿No decía creer en él?
–Sí, ¡y por eso esta decisión es un enorme sacrificio para mí! Pero me
aguantaré.
–Por cierto, ¿no tiene miedo al sida?
–Trabajando, no: uso preservativo. Y no puedes rodar si no presentas tu test del sida.
–¿Qué dice su madre de esta vida suya?
–Hoy ella lleva mis asuntos... Está orgullosa de mí. Y yo la adoro. Hoy soy
feliz, ¡y encima he podido ayudarla a ella y a mi familia!
–¿Y no formará usted familia propia?
–Tengo un sueño: recuperar aquella maravillosa casa de Enguera (que hoy es
del actor Antonio Valero) y un día vivir allí, retirado y tranquilo, con
una esposa y muchos hijos.
–Y si un hijo quiere seguir sus pasos, ¿qué?
–¡Le ayudaría! Es mucho mejor vivir como yo que
trabajar por nada en una oficina.
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